Por fin un día se decidió a preguntárselo. Al verla se le acercó y le pidió le explicara cómo hacía para estar siempre alegre a pesar de lo cansada que debía estar. La viejecita le contestó:
- "Tengo un secreto que me hace estar menos cansada y saber llevar el cansancio con alegría".
El señor tuvo gran curiosidad por saber de qué se trataba, y le preguntó si acaso era un brebaje o una medicina.
- "No señor, nada de eso", respondió la viejecita. Y continuó diciéndole: "Tengo una oración que me hace olvidar mis penas y cansancios".
El señor le preguntó con interés de que oración se trataba.
- "Durante el día pienso a ratos en Jesús cuando llevaba cargando la cruz hacia el Calvario, y medito las palabras de Dios a Adán en el principio de la humanidad: «Comerás tu pan con el sudor de tu frente». Y entonces me repito constantemente: «¡Que se haga como Dios quiere! ¡Que se haga como Dios quiere!». Y esa oración me da un gran
aliento para continuar adelante. Es la fe y el amor a Dios lo que me da fuerzas en mi debilidad".
El señor después de meditar las palabras de la viejecita, regresó a su vida cotidiana con una razón suficientemente fuerte para ya no desesperarse y continuar luchando.
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