viernes, 7 de octubre de 2011

PASCUA: CAMINAR EN EL AMOR


La Iglesia no pierde nunca de vista la vida cristiana. Si la liturgia es auténtica, ha de redundar en la vida cotidiana. Las oraciones del tiempo pascual nos lo recuerdan constantemente. Un tema que se repite con frecuencia es que lo que celebramos en el culto podamos manifestarlo en nuestra calidad de vida. Ahora bien, lo que celebramos es el amor de Cristo, un amor que llegó hasta las últimas consecuencias. Su resurrección es nuestro resurgir a una nueva vida, y esto pide una actitud nueva ante la vida: una vida centrada en Dios y en el prójimo. Unos pocos ejemplos tomados de las oraciones nos ilustrarán esta idea.

"Mantenerse firmes", "continuar" y "dar fruto" son algunos entre los términos clave de estas oraciones: "Que podamos afirmarnos en la vida en el misterio del nuevo nacimiento"; o "que lo que celebramos en nuestra oración podamos continuarlo en nuestras vidas"; y también "que el misterio que celebramos en pascua pueda dar fruto en todo tiempo". Todo esto queda expresado con mayor claridad, si cabe, en la oración del lunes de la tercera semana: "Concede a todos los cristianos rechazar lo que es indigno de este nombre, y cumplir cuanto en él se significa".

La vida cristiana es una vida de amor, amor que debe inspirar todos nuestros pensamientos y acciones. En la misa de la vigilia pedíamos que el Señor nos llene del espíritu de su amor y nos haga a todos uno en el corazón. La petición del aumento de amor y de la unidad en la Iglesia se encuentra en varias otras oraciones poscomunión; por ejemplo, en la del sábado de la segunda semana: "Te pedimos, Señor, que esta eucaristía, celebrada como memorial de tu Hijo, nos haga progresar en el amor".

En el Oficio de lecturas, los padres de la Iglesia desarrollan este concepto del amor cristiano. El jueves de la cuarta semana, san Agustín considera el significado de la palabra de Cristo: "Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros". Veamos el siguiente párrafo:

"No es cualquier amor el que renueva al que oye, o mejor al que obedece, sino aquel a cuyo propósito añadió el Señor, para distinguirlo del amor puramente carnal: como yo os he amado. Este es el amor que nos renueva y nos hace ser hombres nuevos, herederos del nuevo Testamento, intérpretes de un cántico nuevo. Este amor, hermanos queridos, renovó ya a los justos antiguos, a los patriarcas y a los profetas, y luego a los bienaventurados apóstoles; ahora renueva a los gentiles, y hace de todo el género humano, extendido por el universo entero, un único pueblo nuevo, el cuerpo de la nueva esposa del Hijo de Dios."

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