viernes, 7 de octubre de 2011

EL KERIGMA DE LA RESURRECCIÓN


El misterio de la Resurrección de Cristo de entre los muertos pertenece a la predicación fundamental del anuncio evangélico, desde el mismo día de Pentecostés, cuando los Apóstoles con la fuerza del Espíritu anuncian con confianza y sin temor el misterio de Cristo. "A este Jesús, dice Pedro, Dios lo resucitó, de lo cual todos nosotros somos testigos" (He 2:32). Es este el anuncio fundamental de la fe, el "Kerigma" que resuena con fuerza en toda la predicación primitiva.

Los hechos que atestiguan este anuncio inaudito los han relatado con impresionante unanimidad los cuatro Evangelistas (Mt 28:1-15; Mc 16:1 ss; Lc 24:1-11; Jn 20:1 ss.).

En todos los anuncios hay unas constantes que suponen el modo unánime con que los discípulos proclaman lo que ha sucedido.

Ante todo se constata la evidencia que el sepulcro donde habían puesto el cuerpo del Señor está vacío; su cuerpo ya no se encuentra allí. Son testigos de este hecho las mujeres que al alba del primer día van a ungir el cuerpo del Señor, puesto en el sepulcro al atardecer del día de su muerte, el viernes. Se rinden a la evidencia también los soldados puestos a custodiar el cuerpo y los enemigos de Jesús que tratan de acusar a los apóstoles de haber substraído el cuerpo para afirmar que ha resucitado. En el lugar del sepulcro solo se encuentran las vendas en las que fue envuelto su cuerpo y el sudario que cubría su rostro (Cf. Jn 20:6-7).

A este hecho que suscita el estupor de una ausencia y hace presentir una presencia diversa, la del Resucitado, sigue el anuncio de los Ángeles, mensajeros divinos, o de un Ángel con vestiduras blancas que explica el sentido de la ausencia y de una nueva presencia, la del Resucitado: "Vosotras no temáis, pues sé que buscáis a Jesús, el Crucificado; no está aquí. Ha resucitado, como lo había dicho. Venid, ved el lugar donde estaba" (Mt 28:5-6).

A la visión del sepulcro vacío con las vendas por tierra y al anuncio del Ángel que explica lo que ha sucedido, seguirá el tercer acontecimiento sobre el que se asienta el anuncio de la Resurrección: Jesús mismo, el Resucitado, se aparece a los discípulos y a las mujeres, confirmando el mismo el hecho de su victoria sobre la muerte. Está vivo. Jesús es mensajero y mensaje a la vez de su Pascua, de su Resurrección.

Las primeras representaciones pictóricas de este misterio dan pleno sentido a estos tres momentos y representan al vivo el sepulcro vacío y las mujeres a van a visitarlo; el ángel con su vestido blanco, y algunas de las apariciones del Resucitado, especialmente, por lo que se refiere a la iconografía oriental a María de Mágdala.

Pablo en su predicación pone siempre al centro del anuncio la buena noticia de Cristo Resucitado, hasta el punto de afirmar que si el Señor no ha resucitado vana es nuestra fe: "Os trasmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; se apreció a Cefas y luego a los doce..." (1 Cor 15:3-5).

La Iglesia apostólica celebra siempre la presencia de Cristo Resucitado sobre todo en el sacramento del bautismo (Cf. Rm 6:3-11) y en la fracción del pan de la eucaristía, donde se anuncia la muerte del Señor, es decir del Kyrios resucitado hasta que él vuelva (Cf. 1 Cor 11:26).

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